La Navidad está para reunirse con los seres queridos. "Vuelve a casa por Navidad", decía aquel anuncio de turrón. Hay muchas personas que viven lejos de sus casas durante todo el año y que cogen un tren o un avión para pasar las fiestas en su hogar. Pero al llegar se encuentran con que no todo es tan bonito...
Muchos defienden que estas fiestas no son el mejor momento para viajar y hay unas cuantas razones que los avalan. A continuación recogemos una lista de motivos para pensarse si volver a casa por Navidad o dejarlo para más adelante. Sí, este año ya es demasiado tarde pero quizás te venga bien tenerlos en cuenta dentro de unos meses...
1. Tienes que cargar con mil maletas...
Vienes para unos días, sí. Pero no son unos días cualquiera. Nochebuena, Año Nuevo, la noche de Reyes... Llevas mucho tiempo sin ver a tu familia y claro, ¿cómo no vas a traer regalos para todos? Eso, sumado a algún alimento típico del lugar en el que te encuentras y algún detalle para los amigos, aunque sea una botella de champán. Abres la puerta de tu casa y lo primero que dice tu madre: "Madre mía hijo, parece que vienes para un mes". Si ella supiera que si fuera por ti te venías con lo puesto...
2. El tener que sacar tiempo para todo el mundo.
Vienes para quince días. Y quince días no dan de sí. Toda tu familia y amigos quieren verte, pero no se dan cuenta de que no tienes tiempo para todos. Así que te pasas horas cuadrando horarios y haces tres planes diferentes por día para que nadie se pelee por ti. ¡Para volverse loco!
3. Los días se pasan volando.
Entre gente que visitar, recados que hacer y papeleo que tienes previsto resolver antes de volver a tu lugar de residencia, no tienes ni un minuto para tirarte en el sofá a ver una película de domingo por la tarde. ¿Quién dijo vacaciones?
4. Cuando tu familia intenta cebarte y te sale el mazapán y las lentejas por las orejas.
Tu familia tiene esa rara costumbre de pensar que no comes bien o lo suficiente viviendo solo. Puede que en parte sea cierto, pero nada fuera de lo normal. No pasas días sin comer ni se te notan las costillas. Aún así, se empeñan en preguntarte qué es lo que te apetece en todas las cenas familiares porque, claro, eres el que está fuera. Y así, sin quererlo ni beberlo, ya te has comprometido a no dejar nada en el plato.
5. Más la cerveza...
"¿Quedamos a tomar unas cervezas y así te veo?". Multiplica el número de amigos que te dirán esta frase, vuelve a multiplicarlo por tres o cuatro cervezas por quedada, suma las copas de Nochebuena y Fin de Año y ¡voilà! Ahí tienes todo el alcohol ingerido que irá directamente a tu barriga. ¿Vas a volver en avión o rodando?
6. El jet lag.
Da igual que viajes de Murcia a Barcelona que de México a Madrid. El jet lag de la vuelta a casa por Navidad afecta a todos más o menos igual. Volver a casa de tus padres, saber que tienes comida en la mesa y una cama limpia hace que cualquiera se acomode. Esa sensación de que todo está bien consigue que todo el estrés que sufres en tu propia casa se vaya. Cuando acaba el día y te sientas en el sofá, se te viene el mundo encima y caes dormido como un bebé. Eso sí, ¡ten cuidado o no pararás de dormir!
7. No reconocer a la gente. O peor: reconocerlos pero no acordarte.
Cuando uno pasa algunos años fuera de casa, es normal que comience a olvidar caras poco familiares. El problema está cuando vuelves. Llegas al barrio o al pueblo donde te has criado toda la vida y la gente te para por la calle: "¡Hombre! ¿Ya por aquí? Me ha dicho tu madre que te va muy bien...". Bien, ya sabes que esa persona te conoce a ti y a tu madre. Pero nada más. Por eso ya tienes un repertorio de frases hechas como "¡Cuánto tiempo! ¡Muchas gracias! ¿Cómo va todo por aquí? ¿Qué tal la familia?". Un consejo: no preguntes por los hijos o el trabajo, igual no tiene y te la juegas.
Pero tampoco te olvides de esas personas que sí sabes que conoces pero con quien no tienes nada de qué hablar o ni siquiera sabes si ellos te reconocen a ti. Son esos conocidos que no ves desde hace años y con quien es incómodo coincidir en el metro o el autobús, porque no sabes si saludar y pasar unas cuantas paradas intentando tener una conversación o hacerte el longuis.
8. No tienes sitio.
Llevas un tiempo fuera y tu familia no ha tardado en darle uso a tu habitación. Tu cama sigue ahí, pero lo sabes porque la percibes debajo del montón de cajas de adornos navideños y ropa vieja que hay encima porque ya no cabe en el trastero. Así que vuelves unos días y no reconoces ni lo que era tu habitación. Da gracias si tu hermano no se ha hecho con ella o no la han convertido en una sala de estar.
9. Las cosas que conocías ya no están.
Vuelves con ganas de ir a tu peluquería de siempre a hacerte tu corte de siempre, pero ya no está. Ahora en su lugar hay un Starbucks. Igual ha pasado con la tienda de ropa de segunda mano que hay a la vuelta de la esquina. ¿Dónde están las tiendas? Tu barrio ha cambiado en tu ausencia y te empiezas a poner nostálgico.
10. La despedida.
Todo se acaba y tus vacaciones de Navidad no van a ser menos. En algún momento llega la hora de volver a tu vida normal y dejar otra vez atrás a tus amigos y familia. Si la primera vez fue difícil, las siguientes no mejoran demasiado. Si eres de los que odia las despedidas y los dramas, lo más fácil es intentar no desvelar la fecha en la que te vuelves a ir. Unos besos a la familia y hasta luego. ¡Volverás pronto!
Si eres de los que ha vivido alguno de los puntos mencionados, sabrás que no es tan fácil decidir que no vuelves. Hay personas que no pueden permitírselo y que desearían tener que cargar con mil maletas, sacar tiempo para muchos amigos, que se les pasen volando los días, volver rodando o tener mil despedidas amargas con tal de volver a casa con los suyos por Navidad.
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