Quizás sea en el clásico La Odisea de Homero donde podamos encontrar el primer caso escrito de lo que en psicología se ha dado en llamar “Síndrome del viajero eterno” o “Choque cultural reverso”. Y es que cuando el protagonista Odiseo llega a su tierra natal, en el canto 13, éste no da un salto de alegría sino un grito lastimero al mismo tiempo que se compadecía de sí mismo diciendo “ay de mí, ¿a qué tierra de mortales he llegado?”. Los caminos, las pendientes y los dispersos árboles que podía contemplar eran prácticamente iguales que los que dejó a su salida, no obstante al soberano ese paisaje mediterráneo le parecía completamente distinto. Y es esa sensación de ansiedad y extrañeza la que, de acuerdo a varios estudios, como el realizado por la escritora Corey Heller, pueden experimentar hasta 2 de cada 3 personas que habiendo residido en el exterior por un largo período de tiempo deciden volver a su país de origen y deben adaptarse o retomar la vida que habían dejado allí.
El choque cultural reverso se puede definir como el impacto psicológico y emocional que una persona sufre al regresar a su propio país. Es básicamente un proceso de adaptación a un entorno que, si bien hace años era propio, tras varios años de ausencia puede percibirse como extraño. No es un trastorno que haya sido estudiado en profundidad, pero se apunta a que su intensidad dependerá del tiempo de residencia fuera del país y de las diferencias culturales que pueda haber entre el país de origen y el que ha constituido la residencia en los últimos años, entre otros factores.
Las raíces del síndrome
Las causas de dicho trastorno son múltiples. Por un lado, el propio proceso de readaptaciónque implica todo traslado y la ambigüedad del entorno al que llegamos. Aquellos que vuelven a su país de residencia deben, en la mayoría de casos, encontrar un nuevo trabajo, otro domicilio, cambiar su grupo de amigos e, incluso, variar lo que hacía en su tiempo de ocio, factores que por sí solos son suficientes para generar ansiedad en mucha gente. Y al mismo tiempo, la felicidad que puede suponer el reencuentro con tu familia y amigos contrasta con la tristeza que implica poner tierra de por medio con otras personas que durante ese tiempo han constituido tu soporte emocional, y tener que asumir que la distancia dificultará el mantener el contacto con ellos.
Por otro lado, puede resultar chocante ver que durante los años que has estado fuera la vida no se ha mantenido estática. Es posible que aquel vecino que te saludaba efusivamente cuando volvías a casa por vacaciones ya no esté entre nosotros; que el paso del tiempo haya hecho mella en tus abuelos, o que palabras como “fiesta” y “partido de fútbol” hayan sido sustituidas por otras como “boda”, “hipoteca” e “hijos” que ahora son las más frecuentes en las conversaciones con tus amigos, cambios que en el día a día pueden ser apenas imperceptibles pero que si se sobrevienen de forma repentina pueden ser difíciles de asumir.
Otro factor que puede provocar esta ansiedad en los repatriados es el contrastar que has evolucionado, aunque tú ni siquiera lo hayas percibido, y que de algún modo pueden generarse tensiones entre la persona que eres ahora y la que eras antes y que algunos pensarán que sigues siendo. Una experiencia en el extranjero, especialmente si ha sido superando dificultades, como es el aprendizaje o perfeccionamiento de otra lengua o el desarrollo de un trabajo en el que no se tenía experiencia sin duda aumentaran notablemente tu resiliencia o gestión del tiempo, algo claramente positivo, pero que paradójicamente puede generarte conflictos contigo mismo. La combinación de este factor y el anterior suponen una extraña mezcla, ya que provocan una sensación de vivir en una situación de “flexibilidad estática”, donde todo es diferente pero nada parece igual al mismo tiempo que nada ha cambiado pero tu percepción es que todo es distinto.
Por último, también puede suceder que hayas interiorizado las llamadas “pautas culturales”,que no necesariamente implican un cambio drástico en tu personalidad. Por ejemplo, una de las cosas que más irritante puede suponer al abandonar el Reino Unido es la dificultad que hay para encontrar una gran superficie abierta en día festivo, o la eficiencia del transporte público, hechos que en tu país de acogida simplemente dabas por hecho y que quizás no se reproduzcan en tu país de origen.
Fases y duración
¿Este proceso tiene una duración determinada? Resulta imposible determinar plazos, y ni siquiera puede afirmarse que todas las personas lo sufrirán. El trastorno dependerá del tiempo que has permanecido fuera, de tu situación personal tanto en tu país de acogida como de origen, y de tu propia capacidad de adaptarte a los cambios.
El proceso suele constar de tres fases: la primera, marcada por el entusiasmo por volver a tu casa en la que no se perciben los cambios; la segunda, en la cual se experimente una sensación de extrañeza de la otra cultura, y una tercera y última fase de adaptación en la que se pueden producir altibajos.
Lo que sí que parece claro es que sólo en algunos casos la sensación de nostalgia y ansiedad se vuelve permanente o aboca a procesos depresivos graves. Al fin y al cabo volver a tu país de origen implica pasar por un proceso de readaptación a una nueva vida, una que creías que era la de siempre, pero que por un período te resultará más nueva de la que acabas de dejar atrás.
Hola