Tener pareja habitualmente es uno de los objetivos vitales más importantes del ser humano contemporáneo. Buscamos a alguien que nos proporcione amor, compañía, complicidad, y que en definitiva nos ayude a vivir más felices. Sin embargo, tener pareja también implica afrontar dificultades y tensiones. Existen múltiples motivos: llegar a acuerdos en la toma de decisiones conjuntas, hacer compatibles nuestras peculiaridades con las suyas o entenderse con la familia política. Si además hemos constituido una pareja internacional, las adversidades que se deben afrontar pueden ser aún mayores.
¿Qué implica vivir con nuestra pareja extranjera si residimos en el país de uno de los dos? Esta situación es habitual para muchas personas que han decidido construir una pareja con alguien de otro país. La decisión de ir a vivir a un país u otro suele estar cargada de renuncias emocionales y aceptación de responsabilidades en ambos miembros de la pareja.
Si somos la persona que hace las maletas y decide vivir en el país del otro, es probable que tengamos que encarar algunas de las siguientes situaciones:
Afrontar todo lo que implica adaptarse a un país nuevo con una manera distinta de hacer las cosas.
Echar de menos nuestros seres queridos, nuestra tierra y nuestras costumbres.
Sentirnos mal si a nuestra familia y/o amigos les ocurren cosas importantes y no podemos estar cerca.
Lidiar con la incertidumbre de si algún día volveremos a nuestra tierra.
Estas cuestiones tienen un peso emocional importante. La pareja puede verse resentida si ambos miembros no se hacen cargo del peso emocional que tiene el que ha emigrado.
Si por el contrario vivimos en nuestro país con nuestra pareja internacional, sería importante que tuviéramos en cuenta el proceso de pérdidas y renuncias que ésta tiene que transitar, de forma que nos conectemos emocionalmente con su situación y podamos acompañarle de forma explícita y cercana en su duelo migratorio.
Esta tarea no siempre será fácil, ya que convivir con la idea de que nuestra pareja viviría en su país si no fuera por nosotros nos puede situar en un lugar algo incomodo, sintiéndonos responsables de parte de su futuro y de cómo le vaya en nuestro país. Aunque nuestra pareja haya tomado la decisión de dejar su país de forma racional, autónoma y responsable, a menudo en el otro miembro de la pareja aparecen conflictos internos y sentimientos de “culpa” de forma irracional. Muchas veces la persona que no ha emigrado siente el deber de realizar un mayor esfuerzo para sentir que al otro le ha merecido la pena estar lejos de su tierra.
Además, si la pareja se mantiene a lo largo del tiempo, el hándicap de que uno vive lejos de su tierra siempre estará presente en los hitos que atraviesan las parejas: la decisión de tener hijos, la pérdida de seres queridos o los cambios laborales y económicos.
El hecho de ser una pareja internacional será un factor que siempre será determinante en las decisiones estructurales que se tomen, por lo que se recomienda tener presente esta condición por parte de ambos.
El proceso migratorio debe ser algo que asuman los dos, tanto el que se ha ido como el que no. Independientemente del país en el que vivamos, sería deseable que ambos se hagan cargo del factor internacional, siendo conscientes de lo que implica para cada uno. Acompañar a nuestra pareja y ser cómplices en lo que está viviendo con respecto al proceso migratorio serán factores clave para generar y mantener bienestar psicológico en la pareja internacional.
Artículo original by Ismael Cerón
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